Aplaudo a quien escribió el artículo. Un boricua que está claro!!!
no sé quien lo escribió.
Puerto Rico ha sufrido montones de agitaciones económicas que ha tenido a los boricuas como pollo sin cabeza. Ahora, el reciente anuncio del despido de casi 17 mil empleados públicos, los tiene como pollo sin culo.
Perdonen la grosería anterior. Saben que no es mi costumbre usar ese tipo de lenguaje, a menos que sea estrictamente necesario. Y ahora mismo, es necesario, porque quiero compartir lo que considero que son siete grandes pendejaces boricuas a las cuales tenemos que dar cara.
1) El gobierno tiene demasiados empleados
Seamos realistas: usted sabe que cuando va a una oficina de gobierno, hay tres empleados que se esmeran por atender al público, y siete que están viendo el catálogo de Avon, hablando por celular, refugiándose en una oficina para no ser visto, o simplemente compartiendo chismes sin disimulo.
Pero la culpa no es plena del empleado. En fin, muchos de ellos están en posiciones que se les ha inventado para crear empleo. Tengo una amiga que fue a pedir un documento en una oficina gubernamental. La empleada le llenó el encabezado del formulario, y entonces la envió donde otra persona que es la responsable de llenar el resto. El gobierno se ha diseñado en base a ineficiencia.
Otra cosa: si decimos que despedir gente del gobierno empeora la economía, ¿no debiésemos lógicamente sugerir que contratar más gente la mejoraría? ¿Funcionaría el país si TODOS trabajásemos en el gobierno? Suena absurdo, pero eso es lo que parece sugerirse.
Hay que dejar la pendejada y reconocerlo: mucha gente en el gobierno para pocos resultados. En vez de pedir más empleados gubernamentales, vamos a exigirle mejor servicio a quienes se quedan.
2) Los unionados debiesen estar exigiendo eficiencia, productividad y calidad.
Que me caigan chinches. En conversaciones privadas, todo el mundo culpa a las uniones, pero al hablar públicamente, quieren protegerse para que no les tilden de anti-obrero. Pues no soy anti-obrero; soy anti-ineptitud.
Los líderes sindicales, con su búsqueda de beneficios, han fomentado la ineficiencia. Aunque un empleado pueda hacer dos tareas, aseguran que en sus convenios que se les especifique solo una. Así aseguran el empleo de otro. En otras palabras, con esto, las uniones están reconociendo que el trabajo se puede hacer con menos, que por tanto hay que asegurar la ineficiencia.
Lo que han causado las uniones es este gigantismo inaguantable y, peor aún, han lastimado a su gente, quienes no podrán fácilmente sobrevivir en otras industrias, ya que con ese empeño de especialización, no se han desarrollado
apropiadamente.
Las uniones debiesen estar luchando porque sus equipos de trabajo sean más eficientes, que el nombre del obrero gubernamental esté por lo alto, que el pueblo sienta orgullo por su flexibilidad, efectividad y entrega de servicio.
No más pendejada: Las uniones debiesen protestar que se esté usando el criterio de antigüedad (“seniority”) en lugar de ejecutoria o desempeño. Y el gobierno debe apretar las tuercas en supervisión, buscar buenos gerentes en lugar de buenos colaboradores de campaña, talento que rete a los empleados, los desarrolle, y termine la imagen de que no importa lo mal que trabajes en el gobierno, nunca te botan.
3) Las marchas son una pérdida de tiempo
Ya llaman a una marcha el 15 de octubre. No me opongo a la demostración, y apoyo el derecho de todos a manifestarse, pero honestamente, es una pérdida de tiempo.
En mi opinión, la actitud de los políticos con esto es similar a negociar con terroristas: no lo hacen porque entonces demostrarían que funciona y estimulan su repetición. Cierto, funciona para acaparar atención de medios, pero ya la prensa cubre este sentimiento de angustia en los ciudadanos. ¿Qué se pretende lograr? (La única marcha reciente que recuerde haya logrado su objetivo fue la que pedía aumentar el IVU, pero dudo que debamos considerar eso una victoria).
Las marchas sirven para que líderes de distintos sectores luzcan su poder de convocatoria y puedan disfrutar una plataforma para sus discursos.
Digámoslo sin pendejaces: el boricua corriente piensa que son pretextos de los empleados públicos para no trabajar, y que al fin no logran nada. Si quieren coger sol, trabajar y adelantar el país, los cafetales esperan.
4) La situación actual es culpa de todos, por guapitos
La eliminación de las 936 la permitimos, y hasta muchos las defendieron diciendo que era injusto que las compañías no pagaran impuestos federales. Esto dicho por montones de personas que tampoco pagan impuestos federales. Pero sacamos pecho, diciendo que no necesitábamos las exenciones, que éramos tremendos tecnológicamente, como si el resto del mundo fuese atrasado.
La misma guapería con la eliminación de las bases militares. Sin entrar en los aspectos morales o políticos del asunto, la retirada de las bases significó la pérdida de empleos directos e indirectos que no han sido reemplazados. Si sabíamos que esto era una consecuencia y dijimos estar dispuestos a tolerarlo pues, caramba, vamos entonces a tolerarlo.
Y pronto nos volverá otra pescozada por guapos, cuando Estados Unidos elimine las restricciones de viaje a Cuba. Pero seguimos prendados con “Puerto Rico lo hace mejor”, como si repetirlo mucho lo hiciese realidad.
Así que, sin pendejaces: Dejemos la guapería, y aprendamos a pensar –y a decidir– racionalmente. En otras palabras, no seamos “buche y pluma”.
5) Dejemos de empujar el status
La eliminación de las 936 fue dañina a Puerto Rico. No hay ni un solo beneficio para mencionar. Pero esto era el pilar económico que usaban los populares para defender el ELA por encima de la estadidad. Así que los estadistas eliminaron ese impedimento contra su causa, aunque afectara el progreso del país y lesionara el empleo de profesionales honestos.
De la misma manera, los Populares han entorpecido la educación del idioma inglés, bajo la certeza de que mientras más boricuas tengan miedo al inglés, más terror tendrán a la estadidad. Esto es una estupidez mayúscula. Muchos países tienen al idioma inglés entre uno de sus oficiales, y no han perdido su identidad o cultura. Lo que están es mejor preparados para usar el idioma oficial de los negocios, les guste o no.
Abandonemos la pendejada: busquemos lo mejor para el país, aunque no favorezca el status que apoyemos. El único status que todos los puertorriqueños deben apoyar es el progreso de nuestro país.
6) Dejemos el fanatismo
Tal parece que los puertorriqueños pensamos que un problema está resuelto tan pronto demostremos que la culpa es de otro. Que si fue el gobierno de Sila, que si fue el de Roselló, que si es el status. En filosofía, una discusión sofista es aquella en que no se busca la verdad, sino “ganar” la discusión. Bueno, somos los sofistas más grandes del mundo.
Dejemos esa pendejada: Vamos a parar un rato de mirar al pasado, y pensar en qué tenemos que hacer para formar el mejor futuro posible.
No estoy defendiendo al gobierno. Inclusive, pienso que cuando un vendedor le ofrece un producto con falsas promesas, usted tiene derecho a devolver el artículo. Pienso que, de la misma forma, cada político que haya llegado al poder mediante falsas promesas, al no cumplirlas, debiese ser removido inmediatamente.
Pero esto no puede convertirse en un asunto del “gobierno” contra “nosotros”, porque como he mencionado, el gobierno lo formamos todos nosotros: en cómo hacemos que funcione sus servicios gubernamentales, cómo reaccionamos a cada reto o situación, y cómo contribuimos al progreso del país. De nada sirven mil marchas para exigir un plan de mejorar turismo, si después vamos a dejar vasos plásticos flotando en el agua y bolsas vacías de papas en la arena.
Y nadie se ofenda. Esa es la séptima pendejada: no seamos acomplejados. No reaccionemos a cada crítica con defensa. Por eso estamos fastidiados, Los padres van a las escuelas a reunirse con los maestros pensando en cómo defender a su hijo en lugar de escuchar cuales son las deficiencias percibidas en su disciplina. Los trabajadores reaccionan a cada crítica con un grito de anti-obrero, en lugar de entender porque existe esa percepción de que son ineficientes y desinteresados. En fin, somos puros sofistas.
Dejemos esa pendejada: Nadie tiene la verdad por el mango, y por eso tenemos que aprender a evaluarnos duro y ser exigentes con nosotros mismos. Démosle a nuestro crecimiento social y educativo la misma importancia que le damos a ser campeones de belleza o de campeonatos de baloncesto. Debemos querer ser los mejores en todos los aspectos. Y el “ay bendito” no es la solución.
Yo amo a Puerto Rico. Juro estar orgulloso de haber nacido aquí, aquí he crecido, aquí he deseado que mis hijos crezcan, y aquí espero que me entierren. Lo amo y lo amaré siempre, aunque tengamos esas pendejaces.
Maria says
Le diste mucho pensamiento, hijo. Es cierto que los puertorriquenos somos comodos, no actua
mos con la cabeza, si no con el orgullo patrio. Por eso estamos como estamos.